En el fin de semana he leído unos cuantos artículos que me han hecho reflexionar sobre los tiempos que vivimos y el mundo que les espera a nuestros hijos, los tres artículos y el programa de televisión que más me han hecho meditar sobre nuestro futuro han sido los siguientes:
Aunque puedan parecer inconexos entre si, y aparentar una contradicción entre ellos, los hechos que se mencionan a lo largo de los mismos, sumado a mis propios recuerdos y una lógica propia me han llevado a concluir de que el fin de la sociedad en la que estamos no ocurrirá debido a un cataclismo, una guerra, una hambruna o una pandemia, sencillamente nos extinguiremos por nuestra propia inpetitud y nuestra creencia absurda de que se puede tener todo, sin tener que pagar las consecuencias de nuestros actos.
Un hecho sobre el cuál comenzaré mi reflexión es el mencionado por Andy Serwer en su artículo aparecido en la revista Fortune, en 1999 el DJIA (Dow Jones Industrial Average) estaba en los 11,400 puntos, a la fecha apenas superamos los 8,000 puntos, eso quiere decir que en 9 años alguien que invirtió en alguna de las empresas que forman parte del índice más representativo de la bolsa de valores de New York, ha perdido casi 30% de su inversión inicial en promedio, si aplicáramos un ajuste por inflación durante dicho periódo, la pérdida real de valor de la inversión sería mucho mayor aún. ¿Es que acaso el capitalismo como sistema ha perdido su utilidad?, según la interpretación de Fred Wilson sobre tal hecho no. Lo que ha ocurrido según él (Fred Wilson) es que sencillamente se ha pasado de una sociedad de base industrial a una sociedad con bases en el manejo de la información y para sustentar su punto señala que mientras empresas como Google y Apple han mostrado impresionantes ganancias en su valor de mercado en la última década a pesar del reciente colapso que han sufrido todas las empresas que cotizan en bolsa, empresas como Intel y Microsoft, ambas con una cultura industrial clásica, han mostrado una perfomance realmente miserable en el mismo intervalo de tiempo.
¿Pero que tiene que ver lo anterior con el fin del mundo, o la inpetitud?, aquí es donde quiero mencionar la reflexión propuesta por el artículo de Jesus Diaz, donde propone una revolución contra la extendida cultura beta, donde se prioriza ser el primero en introducir un producto al mercado, aunque éste no se encuentre suficientemente pulido, en su artículo menciona varios hechos recientes, como por ejemplo el poco comentado hecho de que la primera generación de iPhone que estuvo plagada de errores, y que practicamene fue olvidada luego de que aparecira el nuevo iPhone 3G, el caso de los televisores plasma Philips introducidos muy termpranamente al mercado, que resultaron siendo todo un desastre y dañaron seriamente la imagen de la compañía a tal punto que casi han perido toda su participación en este sector del mercado en USA.
Sumemos a lo anterior el hecho de que uno de los factores que ha desencadenado la actual crisis financiera que afecta al planeta entero ha sido el hecho de que la "innovación" de los CDO, una suerte de producto beta financiero, introducida por los bancos de inversión y bendecida por las agencias evaluadoras de riesgo como Standard & Poor’s, Moody’s Corporation y Fitch Ratings, se han convertido en armas financieras de destrucción masiva de riqueza, como alguna vez los calificara Warren Buffett, en un artículo aparecido en Newsweek.
¿Estamos ante un problema insoluble para el sistema capitalista?; ¿Es que acaso, el modelo basado en la libre competencia en el mercado ya no funiona más?, o ¿es que se nos ha acabado nuestra capacidad de inovar?, debido a que nuestros sobre-estresados cerebros han caído fulminados por la vertiginosa rapidez de los cambios sociales y tecnológicos de la última década.
Si algo es cierto, es que en la última década hemos asistido a un desmantelamiento del capitalismo de Ford o Edison, y hemos visto la creación de un capitalismo parasitario del gobierno, siendo esto una megatendencia mundial. Es así como los lobbyist se han vuelto la nueva forma de hacer negocios y no la competencia por la preferencia del público en base a calidad y precio en un mercado con reglas claras y sin barreras artificiales. El último y más descarado recordatorio de esta mutación aberrante del capitalismo han sido los tres CEOs de las tres mayores compañías fabricantes de automóviles de USA, asistiendo a un comite del senado para pedir una ayuda de $25 mil millones de dólares, sin ningún plan concreto para afrontar la actual crisis que atraviesan.
Lo malo es que los excesos no están sólo en el lado más alto de la pirámide, sino también a lo largo de toda la sociedad, por ejemplo un lavaplatos de un hotel de cinco estrellas de Manhattan, puede ganar mucho más que un médico en un país latinoamericano, como resultado de la tremenda fuerza de los sindicatos en la industria hotelera. Como es posible que una misma ciudad (New York), el conductor de un tren del sistema de transporte público tenga seguro médico y un plan de retiro, mientras muchos de los trabajadores de la industria de la tecnología de la información, carecen de beneficios similares y muchas veces solo pueden conseguir trabajo bajo la modalidad de consultant, y con jornadas que exceden las 8 horas diarias.
La que fuera una vez una sociedad que creía en sus emprendedores, y que producía mucho más de lo que consumía, es ahora una sociedad que mira a sus legisladores para que solucionen los problemas, es así como desde el más grande hasta el más pequeño piensan en Capital Hill como el lugar para ir a llorar sus penas, buscando alivio a sus tribulaciones. Olvidados están los días del famoso discurso inaugural de JFK donde dijo: "no preguntes que puede hacer tu país por tí, sino que puedes hacer tú por tu país".
La ironía de todo esto es que elegimos a nuestros gobernantes para que solucionen nuestros problemas, sin embargo los que postulan para ocupar uno de estos cargos no lo hacen para ayudarnos, sino para servirce del poder que recibirán a través del voto popular, por eso no dudan en prometer cosas que saben no podrán cumplir, porque el decir la verdad no gana elecciones. Lo mismo ocurre con las empresas, los accionistas no desean oir la verdad del CEO, sólo quieren recibir utilidades cada trimestre, no importa que para eso se tenga que despedir a todo el staff y reubicar la planta en un país con una legislación ambiental o laboral, mucho más benevolente. Otro tanto hace el sindicato exigiendo mayores salarios y beneficios, aún sabiendo de que la empresa está en una muy mala condición frente a sus competidores. Hasta el ciudadano de a pie que exige hipotecas que pueda pagar, aunque estas sean de interés variable, total para que preocuparce si las casas siempre aumentan de valor y habra la posibilidad de refinanciar más adelante.
El motor de la sociedad se ha vuelto el egoísmo y el consumismo, que hace que los miembros de las actuales sociedades a través de todo el planeta actúen como si el mundo terminara hoy, como si no importara el mañana, como si el acumular miles de millones de dólares en deuda no importara, porque despues de todo si el mundo termina hoy, que más da prometer pagar luego. Cuando lo cierto es que estamos solo de paso y este mundo que hemos heredado de nuestros padres no es nuestro, sino que pertenece a nuestros hijos.
Como consecuencia de este egoísmo como filosofía de vida, es que se ha distorsionado el sistema capitalista clásico que creía en la competencia en igualdad de condiciones, siendo ahora un sistema que sólo busca alta rentabilidad, no importa los riesgos que se tomen. Es por eso que si existe un Apocalipsis, este tendría la cara de la ineptitud absoluta.