Cuándo termine la secundaria en 1985, no tenía claro como serían los años por venir. Aunque había ciertas cosas que tenía que hacer, entre ellas ir a la Universidad. Es más debía de estudiar ingeniería porque el test de actitud vocacional que me tomaron en julio u agosto de 1985 (no recuerdo bien la fecha) en mi colegio decía que esa era mi vocación. Lo que nunca dije es que no conteste ese test con la verdad, sino que a cada pregunta que leía me preguntaba, qué contestaría mi padre si se le hiciera dicha pregunta, creo que sobra decir que mi padre es ingeniero. Recuerdo que cuando mi padre leyó el resultado del test, estuvo feliz, y creo que sólo eso pagó todo lo que tuve que vivir después.
No me arrepiento de haber estudiado ingeniería, y tampoco creo que en ese entonces haya tenido la suficiente madurez como para elegir otra profesión. Podría decir que si bien es cierto no hice la carrera que quería (en aquellas épocas me sentía atraído por el derecho), hice lo que más le convenía a mi familia, y a la luz de la actual crisis de falta de ingenieros en el mundo, creo que hasta lo que más le convenía a la humanidad.
Y aunque mi padre hubiera querido que estudie en la UNI (Universidad Nacional de Ingeniería), que fue su casa de estudios, debido a que siempre tuve una frágil salud y al excesivo celo de mi madre, es que terminé estudiando en la universidad de mi ciudad UNPRG (Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo). Visto desde donde estoy ahora, creo que si me hubiera ido a la UNI, no sabría todo lo que se ahora y justo explicar las razones de ésta afirmación es el motivo principal de éste post.
Creo que tuve la mala suerte de terminar secundaria justo cuando Alan García asumió la presidencia del Perú, y comenzó un desorden generalizado que sumió al país en un caos que sería incomprensible actualmente. Mi vida fue afectada por ese caos de muy diversas maneras, pero definitivamente mi vida académica fue la que más sufrio el desgobierno ocurrido en el primer quinquenio de García.
En el Perú el año escolar es de abril a diciembre (o al menos en aquellos años solía ser asi), se suponía que los exámenes de admisión a las universidades debían ser entre marzo-abril de todos los años, sin embargo ese año de 1986 no hubo examen en abril, tampoco en mayo, y no fue sino hasta octubre que se realizó dicho exámen.
La cereza sobre el pastel fue que no habría examen en 1987, pues el año 1986 se había perdido por huelgas. Y no se les ocurrió mejor idea a las autoridades universitarias que consolidar dos códigos distintos 86 y 87 en un sólo exámen de admisión, pero no doblando las vacantes, sino dejandolas igual, con lo que se dobló el promedio de postulantes para cada vacante. Históricamente la proporción de postulantes a vacante era de 10 a 1, sin embargo debido al represado de practicamente 3 promociones de colegios, cuando me toco postular la proporción se había elevado hasta 30 a 1. Recuerdo que en la facultad a la que postulaba Ingeniería Mecánica-Eléctrica eran poco más de 400 postulantes para sólo 15 vacantes en el examen de octubre del 86 y el plato se repitió en abril de 1987.
Creo que dado que ya les he dicho que soy ingeniero, podrán deducir que ingresé en el examen de 1986. No creo que haya ingresado por ser excepcionalmente inteligente, ni porque supiera mucho, creo que la razón básica fue que logre controlar mis emociones y aplicar al pie de la letra todas las recomendaciones que me dieron para resolver el exámen de admisión en la academia pre-universitaria a la cuál asistí para prepararme. De todos los consejos que recibí el que más aprecio y el aque he seguido aplicando a lo largo de toda mi vida fue el que me dió el Ing. Flavio Moreno Quiróz: "Nadie ingresa contestando las preguntas difíciles, sólo hay que contestar todas las fáciles". Yo sencillamente aplique su consejo, leí detenidamente 3 veces el exámen en la hora y media que duró, y contesté sólo aquellas preguntas que eran sencillas y de respuesta fácil, como resultado de ello ingresé en el tercer puesto (de 15 vacantes disponibles), creanme incluso ingresando 15 ya eras un ganador.
Cómo resultado de la tan intensa selección en dicho examen, terminé estudiando con todos los primeros y segundos puestos de las escuelas nacionales de Chiclayo para las promociones 1984, 1985 y 1986. Creo que esta demás decir que yo no fui ni primer o segundo puesto de mi salón en mis años de escula.
El examen de admisión de abril de 1987 completó las vacantes, pero el año académico no comenzaría sino hasta octubre de 1987. Gracias Alan, en ese período de tiempo transcurrido entre mi ingreso a la universidad y el incio del año académico, aprendí a programar en COBOL, Fortran 77, C y Pascal. Migrando del BASIC de mi TRS-80 Color Computer a un PC (NCR Decision Mate V), que podía ejecutar el "sofisticado" sistema operativo DOS 2.11.
Pero lejos estaba yo de imaginar que el incio del año académido 1986 (que fue en octubre de 1987), sería interrumpido por una huelga de no-docentes (es decir los trabajadores administrativos de la universidad), que debido a que eran los que controlaban los accesos a las aulas, cuando hacían una paralización, la actividad académica se veía paralizada también.
El rectorado no había suspedido las actividades académicas, aunque la huelga de no-docentes había comenzado, y en teoría los profesores debían asistir a dictar clases, pero puesto que los no-docentes habían cerrado con llave todos los salones y laboratorios, no se podía dictar clases, con lo que los profesores llegaban, firmaban su asistencia y se retiraban o deambulaba por el campus haciendo hora.
Debido a que en la mente de un joven de 19 años, la prudencia no es un virtud, sino un vicio. Es que convecí a mis compañeros de clase de que me ayudaran a entrar por la ventana del salón (el aula 98) para abrir la puerta desde dentro, de esa forma podríamos tener clases. Ciertamente nuestro profesor de Física I, se sorprendió de ver el salón abierto y a nosotros dentro esperando a que llegue a dictar clases, recuerdo su cara de pánico/consternación. Pues una turba de no-docentes (a los cuales en esa época llamabamos imprudentemente "no-decentes") recorría las aulas para asegurarse de que no se dictaran clases.
Nunca hubo una confrontación entre nosotros y los no-docentes, o al menos no la recuerdo. Pero lo que si recuerdo fue a mi profesor tratando no de enseñar "Física I", sino "Supervivencia I". Fueron varias las lecciones que aprendí ese día, la primera es que entrar por las ventanas, aunque puede ser sencillo no resuelve los problemas reales. La segunda lección que aprendí es que el miedo es nuestro principal obstáculo para no hacer las cosas, y el mejor remedio al miedo no es valor, sino la imprudencia . Finalmente aprendí, que toda la estructura académica de la universidad es una gran farsa, que a nadie le importa que aprendas o no, cada miembro actúa en base a sus propios intereses y no al bien común.
Con las lecciones aprendidas, nunca más volví ha abrir salones entrando por las ventanas. Pero ahora ya peinando canas, no puedo creer lo temerario que era, en parte creo que es porque ahora tengo mucho más que perder que en aquel entonces, y también porque he aprendido que la sociedad es una gran farsa, que yo no puedo cambiarla y además a la sociedad no le interesa que la cambien. Ahora es que me doy cuenta de que corrí con bastante suerte en los caóticos años de García, dónde siempre fuí un crítico conspicuo del Apra, Sendero y el MRTA, cuándo por los pasillos de la universidad la gente del MRTA pintaba murales.