Hasta no hace mucho la prosperidad de un país se medía por el tamaño de su clase media, en realidad un eufemismo para referir a aquellos que producen lo suficiente como para no necesitar asistencia estatal y pagar impuestos. George Carlin en uno de sus monólogos define a las clases sociales en Estados Unidos de la siguiente manera:
"You know how I define the economic and social classes in this country? The upper class keeps all of the money, pays none of the taxes. The middle class pays all of the taxes, does all of the work. The poor are there… just to scare the shit out of the middle class."
Traducción: "¿Saben Uds. como defino yo las clases socioeconómicas en este país? La clase alta que tiene todo el dinero, y no paga ningún impuesto. La clase media que paga todos los impuestos y hace todo el trabajo. Los pobres que hay… sólo para asustar hasta el espanto a la clase media."
Ciertamente durante la contínua expansión económico de la postguerra, guerra fría y el mundo tras la caída del muro de Berlin, la clase media estadounidense fue el motor de la economía mundial, representando su consumo el 70% del PIB de los Estados Unidos. Sin embargo durante la última década esa misma clase media a visto una contínua contracción de sus ingresos promedios, en un interesante artículos aparecido en The Huffington Post, Elizabeth Warren, hace una espeluznante radiografía del estado de la clase media en Estados Unidos, algunos de los datos que nos ofrece son los siguientes:
"Hoy día, uno de cada cinco estadounidenses esta desempleado, subempleado o simplemente fuera del circuito laboral. Una de cada nueve familias no puede hacer el pago mínimo de sus tarjetas de crédito. Una de cada ocho hipotecas está morosa o en ejecución hipotecaria. Uno de cada ocho estadounidenses depende de las estampilla de comida. Más de 120,000 familias entran en bancarrota cada mes. La crisis económica ha borrado más de $5 millones de millones de los fondos de pensiones y los ahorros, ha dejado la hoja de balance de las familias de cabeza, y amenaza con poner diez millones de propietarios en la calle."
Pensar que esto es el simple resultado de una falta de regulación, de una avaricia extrema que raya en lo delincuencial, enfocar el problema de esta manera es ignorar que realmente esto es un cambio sistémico. Negarlo es como negar el calentamiento global o la evolución. Acaso podemos revertir el cambio climático que ya hemos iniciado con regulación, ciertamente no, sólo lo pospondremos; lo mismo ocurre con nuestro sistema económico, ya hemos cruzado el punto de no retorno, tal vez una mejor regulación alargue un poco más el desenlace final, pero es inevitable una restructuración de la forma como nuestra sociedad divide el trabajo y distribuye los excedentes.
El problema es mucho más agudo en Europa, ya que en los Estados Unidos al menos se cuestiona si es viable, en Europa se da por descontado que los estados deben seguir proveyendo el mismo tipo de estado de bienestar, con lo cual la hasta ahora más o menos estable economía Europea rápidamente mutará a una economía deficitaria. La sociedad japonesa en ese sentido está más próxima al modelo europeo que al norteamericano. Pero lo que esta fuera de discusión hablando sobre los frios números es que nadie tendrá garantizada una pensión más alla del 2035.
Lo único que está claro es que durante este periodo de transición entre el actual sistema que está agotado y el próximo que crearemos por necesidad, sólo tendremos dos clases socioeconómicas. Como las llamara Niño Becerra, la de los que son necesarios (Insiders) y la de los que no lo son (Outsiders). Ciertamente esto generará demasiadas tensiones entre dichas clases, lo que desembocará en inestabilidad social y una lucha por los escazos excedentes que aún se puedan tener durante la transición. Inevitablemente veremos un aumento en los impuestos que los estados imponen a sus ciudadanos, ya que cada vez serán menos los que produzcan excedentes y más los que demanden asistencia de estos colapsados estados del bienestar.