La semana apareció un interesante post en ArsTechnica, con el mismo título y me ha parecido tan importante, que me he aventurado a traducirlo en su integridad, ya que explica muchos de los comportamientos aparentemente irracionales que los seres humanos tenemos. No está demás decir que un complemento de la envidia es la vanidad, es decir para poder envidiar a alguien hay que ser en primer lugar ser vanidoso.
Por ejemplo este estudio explica por qué hay gente dispuesta a pagar sobreprecio por un determinado producto, siempre y cuando sienta que este producto lo hace superior a los demás, lo importante aquí no es la realidad objetiva, sino como la persibimos lo que nos hace actuar en un sentido u otro.
Bueno si más preámbulos aquí les dejo el post que recomiendo leer en su integridad:
El año es 2007 y su amigo saca un brillante y nuevo iPhone de su bolsillo. Es la primera vez que ha visto uno, y se queda mirando fascinado como él amorosamente pulsa los íconos en la pantalla. Un sentimiento comienza a burbujear en su interior ¿desprecio? ¿rabia? ¿deseo? -No es la emoción bíblicamente vilipendiada que conocemos como la envidia.
Si bien no es ningún secreto que la envidia a menudo nos lleva a la acción, es sólo recientemente que los científicos se han dado cuenta que podría haber un lado positivo de la envidia, al menos para las empresas. Algunos suponen que la envidia es el impulso que genera las ventas, pero a menudo la envidia empuja al parecer a crear resentimiento y la caída de las ventas. Según un estudio reciente sobre la percepción que se tiene del iPhones, esta respuesta de envidia en realidad se puede ajustar sobre la base de diversos factores que empujan a los consumidores hacia o lejos de un producto.
Para el estudio de la envidia, un grupo de investigadores de la Universidad de Tilburg en los Países Bajos realizó algunos experimentos diferentes con los estudiantes allí. Se invita a todos los participantes involucrados a que se comparen con individuos que habían recibido algún tipo de imprevistos en la vida, y ver cómo afectaba sus puntos de vista sobre la vida.
En el primer experimento, los científicos querían ver cómo se crea la envidia. Los estudiantes en el estudio se les dijo sobre la "atractiva" oportunidad de prácticas en un banco, y luego se les presentó a dos estudiantes -uno con un perfil similar, y otro cuyo perfil era diferente- que habían sido seleccionados para la pasantía.
Los estudiantes naturalmente envidiaban más al estudiante con similar perfil, sin embargo, cuando se les preguntó explícitamente como se comparaban con el estudiante diferente, se observó más envidía con el estudiante también. Esto es más importante para los negocios, ya que a mayor envidia los estudiantes sentían hacia los practicantes en el banco, se observó que estos estabán más dispuestos a pagar por los servicios del banco.
La envidia iPhone, lo bueno y lo malo.
Los autores del estudio querían perfeccionar su comprensión de la envidia aún más, así que crearon dos experimentos más para distinguir entre dos tipos de envidia: benignos, donde el objeto de envidia tiene merecidas ventajas, y maligna, donde sus ventajas parecen inmerecida. Los experimentos se centraron en el iPhone, uno de los productos que suscita la más grande de las envidias en los últimos tiempos.
En primer lugar, pidieron a los estudiantes leer una historia sobre un grupo de estudio en el que un miembro sacó su iPhone y comenzó a mostrar sus características a los demás miembros. A los estudiantes se les pidió entonces imaginar que son el admirado y celoso propietario del iPhone (envidia benigna), celoso y envidioso (envidia maligna), como una condición del grupo de control se buscó a los estudiantes a los que les gustaba el iPhone (algo probablemente difícil de imaginar para los usuarios Android entre los participantes, pero ellos lo soportaron).
Los estudiantes que tuvieron que imaginar que benignamente envidiaban volvieron a buscar el iPhone más atractivo que lo alumnos del grupo de control o los de la envidia maligna. También dijo que pagarían 60 euros más por un iPhone que los del grupo de control.
El tercer experimento se centró en la envidia maligna. La investigación anterior muestra que las personas experimentan a menudo envidia maligna frecuentemente al tratar de "diferenciarce socialmente" a sí mismos de las persona que envidian, por ejemplo, una persona con una casa más pequeña y un auto de menor lujo que su vecino abogado puede convencerse de que el abogado se comporta de una manera éticamente cuestionable para ganar tanto dinero.
Para crear este sentimiento en los participantes, los investigadores hicieron que vieran una grabación de vídeo de otro estudiante que hablar de su iPhone. Se fomenta la envidia maliciosa con una grabación modificada en la que el estudiante dijo que su padre le compró el iPhone, y la envidia benigna con una grabación modificada donde el estudiante dijo que trabajó para ganar dinero suficiente para comprar su propio iPhone.
Los estudiantes que vieron el video del propietario del iPhone trabajador dijeron que estaban dispuestos a pagar € 117 más por el iPhone que los sujetos de control (los que vieron el video que no contenía ninguna información sobre donde el origen del iPhone). Los sujetos de envidia benigna también estaban dispuestos a pagar 75 euros más que los estudiantes de envidia maligna.
¿Qué fue lo más sorprendente?, el efecto de la envidia maligna en la percepción de los estudiantes de productos similares, no el iPhone. Los estudiantes que tuvieron que ver a alguien decir papá pagó por su iPhone, dijeron que pagarían un poco más por un iPhone que los estudiantes de control. Pero dijeron que pagarían mucho más que los del grupo de control por un teléfono de la competencia, el BlackBerry 8820 a 98 euros más, para ser precisos.
Este estudio dice poco acerca de los efectos personales de la envidia, pero mucho acerca de los efectos económicos, es decir, si una empresa puede llegar a sus clientes y hacer que estos se comparen rigurosamente a los de la competencia y en esta comparación los haga sentir ligeramente superiores (en parte gracias a las bondades de sus productos), los clientes pueden convertirse en seguidores casi ciegos.
Incluso era casi irrelevante el hecho de que el propio producto era caro y que las personas estaban dispuesta a soltar el dinero si les parecía ser suficiente para estimular la envidia y el deseo (incluso un impulso a pagar más por ello). El perfil del propietario importaba mucho más. Pero ese perfil podría incluso tener un impacto negativo, por ejemplo el de conducir a los clientes directamente a los brazos de un competidor.
Por supuesto, los experimentos no dejan de tener sus problemas: un estudio de psicología no es un foro económico real, y es difícil decir si los estudiantes hubieran seguido adelante con sus afirmaciones sobre los valores de los productos. Además, los factores estudiados aquí son sólo algunos de los muchos que pueden influir en los sentimientos de envidia y las decisiones de compra. Sin embargo, la envidia parece ser en realidad una fuerza económica poderosa, pero las empresas tienen que caminar por una línea muy fina para poder aprovecharla.